En primer término agradezco a Guillermo Ward por la confianza que ha depositado en mí para que presente hacia la comunidad el libro EL TRUCO IMAGEN Y ALMA DEL ARTE DEL TRANSFORMISMO, 128 páginas de un oficio que nos dice Guillermo “es poco conocido y quienes lo realizan lo hacen con vocación y pasión como cualquier arte que se respeta”, develar este arte en Iquique es la tarea que se propusieron los autores.
Transformista se llama así al artista que basa sus actuaciones en los cambios de traje y caracterización de sus personajes, Guillermo Ward y Carlos Carpio nos invitan a reconocer la presencia de este oficio y de un arte de la feminización, el cambio de un hombre a una mujer, a decir del psicólogo Ricardo Espinoza “este ritual hace transitar una identidad masculina a una identidad femenina”, en la región de Tarapacá, en Iquique, el gran puerto del Norte Grande, el de los barrios, de las calles estrechas de un pasado peruano, de las múltiples culturas y de lenguas unidas por un pasado común, unidos en mucho casos por la migración, hombres y mujeres llegados de las más diversas latitudes en el Chile centenario, y de las más distintas regiones del mundo, en un tiempo que la región fue la matriz del sustento de la nación. Este pasado está presente hoy en el Iquique del bicentenario, una ciudad plena de contrastes y de una belleza singular, lo cual le otorga esa identidad tan propia, el ser de Iquique.
Transformista se llama así al artista que basa sus actuaciones en los cambios de traje y caracterización de sus personajes, Guillermo Ward y Carlos Carpio nos invitan a reconocer la presencia de este oficio y de un arte de la feminización, el cambio de un hombre a una mujer, a decir del psicólogo Ricardo Espinoza “este ritual hace transitar una identidad masculina a una identidad femenina”, en la región de Tarapacá, en Iquique, el gran puerto del Norte Grande, el de los barrios, de las calles estrechas de un pasado peruano, de las múltiples culturas y de lenguas unidas por un pasado común, unidos en mucho casos por la migración, hombres y mujeres llegados de las más diversas latitudes en el Chile centenario, y de las más distintas regiones del mundo, en un tiempo que la región fue la matriz del sustento de la nación. Este pasado está presente hoy en el Iquique del bicentenario, una ciudad plena de contrastes y de una belleza singular, lo cual le otorga esa identidad tan propia, el ser de Iquique.
“Iquique es una de las capitales más alegres de Chile y de costumbres muy diversas á las de las demás de la República, quizás por haberse desprendido en época no muy lejana, del gobierno de la rivera del Rimac, conservando como es natural sus hábitos y tradiciones tan orijinales y simpáticas….El objetivo fundamental de sus habitantes…es procurarse la mayor suma posible de placeres desterrando de su espíritu todas las preocupaciones y contrariedades. …en Iquique se vive en perpetuo carnaval”, lo decía Francisco Javier Ovalle allá por 1908.
El carnaval de Iquique es el gran transformismo. Toda la ciudad, y especialmente los barrios antiguos, como el Morro y el Matadero, tienen no sólo la oportunidad, sino la necesidad de la transformación, de lo masculino a lo femenino, de la vida cotidiana a una locura temporal e intensa, de los rostros limpios a las caras y cuerpos pintados, de la seriedad a la alegría, la ruptura de la rutina y sobre todo el término, el fin de un ciclo, como la vida misma. El carnaval es una pequeña muerte y un renacer simbólico, y eso es esencialmente femenino, pero que no lo provee la mujer sino el hombre, el hombre transformado en fémina, como nos cuenta Ayumi Destrucción que en el año 2007 “me vestí de geisha asesina….Era una geisha como de dos metros y medio…” (pág. 103) .
(1) Parte del texto que corresponde a la presentación pública del libro. Trabajo realizado por la historiadora, señora Orietta Ojeda, Directora del Museo Regional de Iquique.